miércoles, 8 de julio de 2009

TRANSPORTE URBANO EN LIMA: CÓMO SALIR DE LA “ERA COMBI”

¿A multas más caras, más orden en las pistas?, ¿a más años de cárcel, menos conductores ebrios atropellando niños? La desesperación nos arrastra a las fórmulas elementales. La ineptitud arrastra a la autoridad a implementarlas. George Bernard Shaw dijo que para todo problema complejo hay siempre una solución simple, que es errónea.
El último paro de los microbuseros fue a “media caña”, pero fue. Me resisto a analizar ese paro, sus motivaciones, sus porcentajes de acatamiento o desacato. Poco interesa lo que dijo el ministro tal o el dirigente cual. La cosa es ir al fondo, no chapotear en la cáscara.
La Defensoría del Pueblo dice en su informe 137 que el transporte urbano en Lima es un “desafío en defensa de la vida”. No exagera. En el Perú cada día mueren atropelladas diez personas, tres de ellas en la capital. La mayor parte de esas muertes la ocasionan dos tipos de vehículo: ómnibus y “combis”. ¿Me ensaño con los microbuseros? Que hablen los números.
Entre enero y junio del 2008 los ómnibus mataron en Lima a 67 personas, las combis a 64, las station wagon (timón cambiado) a 23, los camiones a 26 y los automóviles a 53. La cosa es seria.
El problema está en el caos, la autoridad incompetente y desarticulada, la informalidad y la ignorancia. Nació a inicios de los 90 con la liberalización del transporte público. Libertad para importar combis viejas, crear asociaciones de microbuseros, imponer rutas culebríticas y cobrar tarifas al ritmo del mercado. La planificación cayó al vacío y la autoridad miró al costado.
Era urgente que miles de despedidos de las privatizaciones y desburocratizaciones cogieran el timón y salieran a pelearse pasajeros, en lugar de irrumpir en marchas demandando puestos de trabajo. Nació la era combi, y aquí la tenemos.
Para salir hay que tomar decisiones de fondo, y no hacer piruetas metropolitanas para la tribuna. Estas marchan por cuatro ejes: planificación, formalización, autoridad y educación.
Planificar implica redefinir rutas funcionales y construir viaductos mirando a los próximos 25 años, y licitarlos. De manera progresiva pero firme, ir eliminando las combis y despejar espacios y avenidas para que circulen por ellas sólo ómnibus, mejor si son articulados. Uno de estos transportaría 160 personas ocupando 18 metros de pista. Sustituiría a 13 combis que ocuparían media cuadra, o a 160 taxis que saturarían 3 cuadras y media.
La formalización es pasar de la combi asesina a la empresa eficiente, con estándares de calidad de servicio, normas de tratamiento al pasajero, y choferes que trabajen seis horas, tengan seguro, vacaciones, jubilación y ganen una mensualidad. Así no necesitarán salir a cazar pasajeros para ganar la guerra por el centavo.
La autoridad debe hacerse respetar, articularse, establecer una normatividad clara e integral, montar una élite de inspectores, instalar cámaras de televisión manejadas desde centrales abocadas a controlar y a desatorar congestionamientos mediante semáforos inteligentes o movilizando policías en tiempo real. Ah, y también poner multas.
Finalmente, educar en seguridad vial a nuestros niños y jóvenes, así como a los principales transgresores: nosotros, los adultos. Hacer del chofer un profesional, con cursos exigentes y evaluaciones de conocimiento, físicas y psicológicas constantes.
Poner el ómnibus al servicio del pasajero, y no al revés. Allí está la diferencia.